miércoles, 7 de noviembre de 2007

Un especialista en deseo...

Como siempre, Eva avanza hacia mí para robarme un beso. No la culpo, pero la gente sigue mirándonos como un par de lesbianas sin madre.
No siempre fue así. Yo disfrutaba mucho del sexo con varones hasta que apareció en mi vida uno y me jodió la existencia. Manuel siempre fue el mismo patán de hermosa calaña, siempre dispuesto a mandar y yo a obedecer. Un buen día la conocí a ella y fue el fin de mis fantasías con el sexo opuesto.
¿Como explicarlo? Todo fue tan repentino. Siempre he valorado las miradas. Ella siempre observa todo con los ojos más sensuales que sexy. A veces me pregunto si es lo correcto vivir un mundo seducido por los placeres menos elementales. Flores, preguntas, cuestiones poco diplomáticas, sexo con amor, palabras dichas y aquellas que se describen por una vertiente cautelosa y frívola.
Me gusta. Me encanta. Y es deseo el que complementa mi poca objetividad. Ya tanto tiempo. Una ciencia retrograda que toma un aspecto más minimalista y complejo. A todo esto, un beso no le hace daño a nadie. Los privados solo se dan en casa.
Llorar siempre hace que me sienta un poco mejor. Le confieso a mis adentros que no estoy tan feliz viviendo en el otro lado de la acera. Paúl vino a verme para tener sexo. Yo acepte, siempre lo hago cuando es bueno desde la perspectiva ética. Pero ella no quiere perdonarme. Me dijo zorra. Las perras son mujeres sin corazón, le respondo, siempre están dispuestas a coger por poco, pero yo no lo hago por diversión, mi necesidad es muy grande. Me mira. Yo lo sé. Esta decepcionada. Si no te amara tanto, susurra. No me amas, grito, el amor no es así de egoísta. Y como madres voy a saber de amor si con Josué nunca aprendí el valor de querer incondicional. Que fresa te oyes, murmura riéndose con sarcasmo. Soy fresa, aunque te purgue. ¿No, si yo solo decía, no puedo pensar en voz alta sin que me critiques? Basta, no tolero, me largo, yo solo soy lesbiana porque era divertido, me emputan las viejas pendejas que no entienden de cosas tan sencillas. Largo, al fin que ni quería entenderte.
A todo esto, las discusiones siempre me gustan porque terminamos en la cama. Digo, ¿habrá acaso un proceso para mi nivel de excitación y llegar a esos puntos de libido por la fuerza? Ni idea. Su piel es tan suave. Sus manos tan tersas. Siempre he valorado por muchas razones al sexo femenino. El masculino no es tan agradable a los sentidos. Deposito mi cara en el nacimiento de sus senos. No soy lesbiana, pero aparento. Recuerdo con nostalgia mi adolescencia. Una mari macha de poca monta. Todo pelo, poca suavidad. Que asco me daba mirarme al espejo en esos días.. Me pregunto si mi aspecto loboide la atrajo hacia mí. Alzo la cara y la miro, ella respira muy lento. Es tan linda. ¿Por qué yo y no otra? Porque me gusta tu vello facial. Ambas reímos, es tan agradable sentir la risa de la otra tan cerca. Me hubiera gustado ser una chica como tu… ¿A que te refieres? A que eres tan femenina, tan bella, terriblemente hermosa. ¿En serio crees que soy hermosa?
No puedo creerlo. En verdad que no puedo creer que desconfié de su belleza tan clásica. ¿Cómo es posible que una mujer que podría tener al imbécil que quiera este conmigo por un temor absurdo a no sentirse amada? No puedo evitarlo, sigo mirándola con la boca abierta. Ella se siente aludida, mira para otro lado, esta cansada de esas insinuaciones. He tenido sexo desde que tengo memoria; lo he tenido con chicos, grandes, medianos; todos me desean como un objeto, pero tu… cada que me miras me atrapas, me haces sentir y me acaricias con la habilidad de una verdadera seductora, creo... que me estoy enamorando de ti…
Sigo sin entenderla. A penas me dijo esas palabras fatídicas y simplemente tome la iniciativa de largarme lo más pronto posible del lugar. Soy una cobarde malísima. Mi temor es solo comparable con un asesinato serial. Alejarme del lugar del crimen. Escurrirme entre las coladeras permanentes del deseo. Sigo sin entender que me vio.
Ahora estoy en casa, sola, recorriendo las palabras dichas en mi cabeza y analizando cada detalle para que no se me escape. Él me llama por teléfono por quinta vez. El contestador corre con una frase de Oscar Wilde. No dice nada, sólo escucho su respiración suave y entonada. Sé que es él. Sé que tiene ganas de coger conmigo hoy. Pero eso no es motivo suficiente para justificar que no hablamos ni por un maldito aparato. Su esposa debe estar ansiosa por retorcerme el cuello. Ansiosa por tenerme de frente y jalarme el cabello y humillarme en público. Sé que ella lo sabe, sé que mi novia lo sabe, se que todos lo sabemos pero preferimos hacernos los tontos antes de afrontar la sorpresiva coyuntura. Espero q no. Espero q todo sea producto de una histeria perniciosa.
Se aleja, poco a poco. La cama es muy grande, las sabanas son corrientes y en el fondo música de Ella Fitzgerald. No tengo otro motivo para coger con él. Coger es un placer y el sexo sin amor se me da muy bien. Quisiera que me descubriera en este mismo instante, que supiera que estoy con otra persona para que sea ella la que me mande a botadero y yo no tenga que desgastarme devanándome los sesos en una salida poco fácil. No quiero sentirme obligada a volver. Sé que si ella me descubre, ya no habrá marcha atrás. Ya no pediremos perdón ninguna de las partes. Ambas somos orgullosas y terriblemente entupidas.
Me pidió que me casara con el. Los trámites están casi listos para que se separe de su mujer. No le pido nada, ni siquiera le exijo nada, pero se ve presionado. Insiste en que espere, pero no deja de preguntarme si sigo con esa mujer. Le digo que sí. Que estoy muy bien y que es mi mejor amiga. Él sabe que miento. Mentir es un arte. Es lo mejor que una mujer puede usar como accesorio seductor sin tener que desvestirse. Lamentablemente es demasiado perceptivo y yo demasiado torpe en la intuición. Las mujeres desarrollaron cosas que aún me suelen ser desconocidas y él las domina como un experto. Chantaje me viene a la mente. ¿No la vas a dejar? Me pregunta. No, es mi respuesta definitiva. Un portazo que suena a despedida. Que teatrero.
Ella insiste en que algo me pasa. Nada. No es nada. ¿Hay alguien más? ¿Y si lo hubiera que? Aun no es ilegal el concubinato entre mujeres (un harén de mujeres para una lesbiana aun no es mal visto por la ley, ¿o si?). Soy una hija de puta.
Estoy tan aburrida. No hay un contacto que me haga sentirme plena. Creo que me he vuelto frígida. Pero no, para que sigo peleándome con mi yo congnocitivo. A lo mejor es algo menos indecente, creo que hay algo en mi cabeza que no anda para nada bien y un acostón con un fulano no me vendría nada mal. Coger por coger. Una opción políticamente maravillosa.
Por ultimo, el capitulo final se acerca. Me vio y no dijo nada. Llegue a casa, me vio salir de la mano de él. Me vio besarlo, quise que lo viera. No quería que pensara que era producto de su imaginación. Pero al volver a casa… ¡nada! Absolutamente nada. Me acuesto con descaro en la recamara. Me levanto la blusa y dejo ver mis senos llenos de marcas sexuales. Sigue sin decir nada. Quiero café. Me levanto de un puto mal humor. Entonces, de la nada aparece en el quicio de la puerta y me pregunta si tengo frío. Me recargo en el referí. Sigo al punto del colapso, de la histeria. Quiero terminar, conocí a otra, suelta por fin. Me reí. En verdad, suelto la carcajada. Es un alivio y sin embargo, ¿Porque me siento traicionada? Se llama “XY4”, la conocí hace dos meses. Ah. Muy bien. ¿Quieres hablar? No, quiero dormir. Me voy. OK. Mañana mismo. Ok. ¿No te molesta? Si, pero ya qué. Espero que te vaya muy bien. Lo sé. Suerte en todo lo que hagas. Igual tú. Oye. ¿Qué? ¿Se llama R tu nuevo amor? ¿Por? Curiosidad, eso es todo. Si. Ah. Ok… oye… no era mi intención cagarla. No, para nada. Oye… ¿Qué? Quiero que seas feliz y que encuentres lo que estas buscando. Muchas gracias. Por cierto, el sexo siempre fue una mierda… ¿En serio? No te lo dije porque yo te quería a ti, no a lo que me ofrecías. Ah. Descansa.
Y es así, como esa cara preciosa me dejo para seguir con mis dudas, con mi vida, con mi triste caca en la cabeza. Después de todo, sé que lo hizo para no hacerme sentir culpable. Y eso, por supuesto, que se agradece.

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