miércoles, 7 de noviembre de 2007

Basado en una historia real. jah!

Y ahí esta, tendido boca arriba, con los ojos cerrados y sin poder abrirlos a voluntad, al menos esa era la sensación que experimentaba mientras los recuerdos en su mente se hacían más lucidos… y siempre solo, como era su gusto estar la mayor parte de su vida… No hay muchas opciones…

Vino a su mente aquella vez en la escuela, mientras era abordado por cuatro compañeros que lo golpearon con el pretexto de que les había ponchado el balón de fútbol.

En la secundaria… teniendo problemas con el director porque en un arranque de violencia momentánea, de ira fecunda e irracional, volteo todos los mesabacos del aula… Otra imagen de él envenenando los gatos de la vecina solo porque osaban posarse en las noches por la azotea para aullar sus notas tristes.

… Un placer incontrolable por molestar al prógimo, de cobrar el daño que le causaron alguna vez, claro, sin comparación con el que le carcomía las entrañas, eso lo hace sentir un discipulo de la justicia. Era un desalmado.

… Recordo aquel trabajo sucio. No lo pensó dos veces. Nunca se es indeciso cuando esta una buena cantidad de billetes de por medio. No hay nada que perder. Se vio a si mismo hacerlo una y otra vez… y el placer… siempre estaba el placer de por medio. Es fácil acostumbrarse a la violencia. Y mucho mejor, hacerla.

Salir de casa y enrolarse a la mafia. En su trabajo era eficiente, respetado, se especializaba y hacia trabajos impecables, limpios, sin rastro delator. Nadie podría igualarlo, porque él lo disfrutaba y se obsesionaba con ello, eso lo hacia insuperable.

Al asomarse al balcón aquella vez, surgió una idea cautivadora, eficaz, y lo vio muy claro aquella vez. Ahí estaba, el patio trasero de su vecino ausente se encontraban los despojos miserables de lo que alguna vez había sido una paloma. Las hormigas la devoraban con un apetito insaciable, rápidamente, y él disfruto la delicia de esa visión. Una multitud, una masa de insectos carnívoros invadiendo el cuerpo inerte y desapareciéndolo de la faz de la tierra hasta los últimos vestigios de su ser. No solo comían la carne, sino al parecer se despojaban del espíritu mismo. Eso era en verdad monstruoso y a la vez desquiciantemente atrayente para su mente enferma y meticulosa. Una idea rondaba su mente, y quería llevarla a cabo. La locura y la obsesión eran sus amigas desde siempre. La simple idea de matar las partículas mismas del ser.

Desde ese día su diversión consistía en alimentar a sus pequeñas caníbales con restos de sus victimas: alguna extremidad, un sello de garantía en su asesinato serial. Firmaba sus cadáveres despojándolos de algún miembro: dedos de la mano derecha, piernas de mujeres hermosas, ojos, cabello… y el festín no se hacía esperar. Una muchedumbre de parásitos salía de todas partes para embelesarse con el alimento que de buen agrado les traía. Los engullían con avidez, y eso era pasmoso.

La policía no tardo en aparecer, lo buscaban más para acallar el panico en general que por placer de hacer justicia. Era un asesino meticuloso e inteligente, pero no pudieron encontrar un nombre apropiado para su bella obra, asi que vulgarizaron su nombre con “ el dedos “, cuya especialidad era evidente. Por esa misma astucia y limpieza de oficio no podía encontrarlo. Vivía a las afueras de la ciudad, en un lugar tan apartado y desértico socialmente que era difícil saber con exactitud donde buscar. No había testigos de sus atroces crímenes y carecía de vecinos delatores. Era un mago de la discreción y la prudencia.

Seguía recordando. Su habitación estaba llena de periódicos amarillistas y notas rojas con sus crímenes perfectos. El cuarto giraba. Sentía que una explosión de adrenalina lo dejaba vacío. Se postro en el suelo para descansar la mente, esperando a que el sol apareciera. Las 12… la 1… las 11 o la 1… daba lo mismo… eso no importaba, sino más bien hacer un recuento de sus obras de arte. Pero un punto muerto en su memoria le impedía recordar lo que sabía. No podía recordar muchas cosas, era una amnesia deprimente que lo estaba matando. Recortes de pensamiento, recuerdo vagos, sin embargo, ninguno que le pudiera ayudar a saber como llego al día de hoy.

Un leve clic le ilumino el recuerdo. Se vio haciendo un trato, esperándolo por varios días. Se vio a si mismo estudiando a la victima, desde la hora de la comida hasta el numero de veces que se acostaba con su amante o con su esposa, la hora de dejar a los niño a la escuela, la hora del trabajo. Un pez gordo. Una presa para cazar. Porque, acaso no era eso? Un cazador y el mejor en su género. Espiando mientras aquel seguía con su vida. Lo abordo y lo sorprendió por la espalda al salir de la farmacia. Un arma en la sien y orines de marica. Suplicas. ¿Por qué la gente suplica? ¿Acaso no son conscientes de su patetismo? Lo amordazo y lo llevo a las afueras de la ciudad. La victima estaba aterrorizada. ¿Quién … por qué… que había hecho para merecer ese castigo..? Bla bla. La gente es estúpida cuando tiene miedo. No había un ápice de compasión en su ser. Muchas veces había presenciado ese acto pueril y ridículo… por supuesto ninguna lagrima o soborno habían conseguido ablandarle el corazón o hacerle retroceder en sus perversas diversiones pervertidas. La victima ofreció dinero, tierras, todo cuanto puede poseer un hombre y en cuyas circunstancias valen madre. Solo hago mi trabajo, fue su respuesta en tono de fastidio. Un poco de terror en sus ojos mientras pone el arma en la boca. Y al final, dispara. Volarle en trozos la cabeza. Sacó un machete afilado y corto. Corto y corto. Miró su carnicería y un placer inundó nuevamente su ánimo. Los dedos… el festín de sonrisas apenas comenzaba. Las hormigas deberían estar hambrientas. Placentero.

Toco su rostro, y de nuevo empezó a llegar la memoria. Regreso a casa después de un día muy duro, compro whisky y se sentó en la sala a contemplar los dedos. Bebió hasta saciar la voluntad del alcohol. Bebió hasta perderse en el elixir de la intoxicante melodía del alcohol y quedar inconciente en las garras de Morfeo. Al abrir los ojos y ser alcanzado por la irrealidad, notó un suceso que lo dejo frío. Los dedos, que en su momento estaban inertes, bailoteaban burlones. Eso no le pareció extraño y recayó en el sueño nuevamente. Al despertar con el sol filtrándose por las ventanas y dándole en la cara una terrible noción del día, los dedos seguían un movimiento vital. Horrorizado los tomo y los lanzo por el balcón. El susto y la cruda lo hicieron recaer en un sueño profundo y seco, al recobrar la conciencia recordó el sueño y se asomo por la ventana para comprobar su extraña visión. Al caminar, se topo con un trozo de carne resbaladizo y salió despedido por los aires, fuera del balcón. Tres pisos recorrió en un golpe seco de espaldas, justo en el patio trasero.

Inmóvil, con la columna rota, sin poder moverse debido al dolor insoportable, comenzó a sentir como la marabunta animada se convertía en una densa nube sobre su rostro. Las hormigas lo invadían y es lo último que pudo ver antes de que le devoraran los ojos aún vivo y conciente de su propio dolor. Jamás fue hallado y la policía sigue preguntándose de aquel extraño fugitivo de la ley. Cuyos asesinatos, gente inexperta, intentaron repetir, pero jamás con la sutileza y pasión con que lo hacía el “ dedos “.

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