miércoles, 7 de noviembre de 2007

Hoy, como siempre, todo es tan estúpido

Hoy. Hoy que pasa tan lentamente. Hoy que no es ayer. No recuerdo. Es decir, quisiera hacerlo. Tengo la imagen de tu cabeza recargada en mi pecho cuando fingia dormir. Tus manos tomando las mias mientras contestabas el telefono. Mi respiración irregular con tu olor en mi espacio. Quisiera recordar tus besos, pero no puedo. Tus besos son tan tragicos.
HOY QUE PASA A SER MAÑANA…

“Hubo un tiempo en el que creí que haber llegado al límite del dolor. Pues bien, no, todavía es posible ir más lejos. En el confín de esta comarca hay una felicidad estéril y magnifica.”
CALIGULA. (Acto IV, Escena XIII). Albert Camus.
Es un día de mierda. ¿Por qué no pueden sucederme cosas normales? Te diré... ¡maldita sea!
Camino durante media hora para llegar a un recinto seguro donde exista banda ancha. Detesto mi adicción por la Internet. Más aún, detesto lo que esto genera. Siempre camino tanto para llegar a un lugar en el que sea más o menos anónima. ¿Quién dice que es fácil vivir en un país de mierda? Le pedí a mi madre que no llevara a compostura mi máquina. La tuve sin reparar cerca de 3 años. El motivo principal fue siempre controlar mi adicción. Sé que teniendo Internet en casa me jode la existencia, porque comienzo temprano y no puedo parar. Todo es tan monótono y a la vez tan interesante. Me llega a la cabeza Marlon, mi primer amigo. ¡32 años tenía! Que locura. En mi travesía para llegar a mi desdicha tengo que pasar por una avenida que no debería ser tan rápida. Lo observo. Es tan pequeño. Es un perrito que no debe rebasar un mes de nacido. Es blanco, con tintes negros en la barriga y salpicado de pecas café. De pronto miro a los autos que le pasan de largo. “¡Perro imbécil! ¡Muévete!” –Grito agresivamente, así suelo ponerme cuando el borde de la angustia me impide reaccionar de manera coherente. Quise lanzarme a rescatarlo. ¡Lo juro! Siento mucha más empatía por un animal que por un ser humano. Lo mire. Observe a lo lejos ese “Guajolotero”, su motor… un miedo irracional y una cobardía propia de los infantes me hace huir. No soy una heroína para lanzarme a la calle y salir ilesa con el perro en brazos. Apresure el paso. El motor pasa a mi lado. Cierro los ojos y camino aún más rápido para no ver nada. Un sonido seco. El camión que se aleja. Mi morbo es mucho más poderoso. Esa curiosidad por conocer el resultado. ¡¿Y si no murió?! ¡¿Y si sigue allí, pleno y maravilloso, pequeño y vulnerable?! ¡¿Y si el camionero se apiado de ese ser tan infantil?! Volteo. Mi esperanza muere con él. Debí recordarlo…los cafres del Estado de México son unos hijos de perra. Pero… insisto… ¿Qué culpa tenía ese infeliz cachorrito?
Camine con tanta tristeza. Llore (hacía tiempo que no lo hacía)… mi esperanza al borde de una cobardía. ¿Por qué a mi me pasan estas cosas tan pendejas?
Abro mi MSN poco rato después de intentar escribir esta basura. No logro plasmar absolutamente ningún sentimiento. Ojala y expresarse fuera más sencillo. La muerte es una cosa tan absoluta. Me preocupa un hecho tan aislado y tan latente en mi corazón. Crece ese sentimiento de manera virulenta y se agolpa en mi garganta. No quiero hablar. El chico del Ciber me mira. Supongo que le extraña una vieja de mi estilo con las mejillas mojadas. Es maravillosa la lluvia que ha caído en mi cabeza justo antes de llegar a mi objetivo. Mi único conectado es Mr. Oscar. Lo saludo. Todo sigue tan igual…

“Tengo miedo. Qué asco, después de haber despreciado a los demás, sentir la misma cobardía en el alma. Pero no importa. Tampoco el miedo dura. Voy al encuentro de ese gran vacío donde el corazón se sosiega. ¡Todo parece tan complicado! Sin embargo, ¡Todo es tan sencillo! Si yo hubiera conseguido la luna, si bastara el amor, todo habría cambiado. ¿Pero dónde saciar esta sed? ¿Qué corazón, qué dios tendrían para mí la profundidad de un lago? Nada hay, ni en este mundo ni en el otro, hecho a mi medida.”
CALIGULA. (Último acto). Albert Camus

Me encontraba esperando el metro. Ya tenía aproximadamente 5 minutos de retraso. El sonido citadino poco a poco queda en calma debido al horario en el que me encuentro. Son las 11:35 de la noche. Seguramente por que es tan tarde ya no pasa con tanta eficiencia. Suele pasar. Me subo al vagón de adelante. Prácticamente anda vacío de no ser por un anciano que dormita. Lo miro con melancolía. De repente se despierta, mira la estación, se levanta justo antes de que cierren las puertas, sale y me quedo sola. Sigo mirando la ventana, de repente me pongo a cantar. “I love the silent parts, the parts the birds love, I know I such a face”. Jajaja. Ahora canto hijo de la luna… ay que pesado… entre el cielo y el suelo hay algo, muro…
Luna, algo esta sucediendo!, estoy sintiendo que esta vez me estoy quedando solo… al menos solo… como la noche...


"Empece en la sombra y sin duda terminare en ella" Don de Lillo


Como flor de adrenalina
frente a las puertas del cielo
Como burbuja extraviada
como un angelito en celo

Como un dolor en el alma
como un beso en la interperie
como polvora en la palma

No hay comentarios: