miércoles, 7 de noviembre de 2007

john escribio una cosa que medio entendí

Me pase a beber un trago en aquel patético bar, porque simplemente no tengo opción. Traigo esta idea loca desde hace rato, y eso es lo que me motiva a estar siempre borracho. No puedo simplemente sacarla, se me ha cristalizado en la sangre como si fuera ya parte de mi condena, busco en mi bolsillo y el contacto con ese objeto frío me congela las venas. Miro nuevamente mi vaso cuyo fondo he memorizado. “¡Sirve otra!”, el cantinero me mira con lastima y me cuestiona sobre mi estado. “¡Bien, carajo!, ¡pago por bebida!, ¡si quisiera preguntas por mi salud, acudiría al medico!”. Nuevamente el cantinero me mira como si mi pena le pareciera familiar. Que diablos, no sabe nada. “¿Como se llama?”, susurra mientras el tequila, claro y puro de Arandas, Jalisco, se desliza por mi garganta. Me rió. Todo lo asocian a decepción amorosa. Debe ser en la escuela a la que asisten estos perdedores. “Eva”. Escupí el primer nombre que se me vino a la cabeza. Eso pareció dejarlo satisfecho y me dejo embriagarme a gusto. No tardo mucho tiempo en entrar ese muchacho de camisa extravagante. Me miro con sus ojos oscuros envueltos en gafas de pasta. Eran pequeños y de pronto me dio confianza, como si estuviera esperándolo de toda la vida. El cantinero se acerco nuevamente, detestaba su sola presencia, pero a la vez agradecía poder sentir agresividad mitigando ese miedo terrible. Me pidió otro trago. Se lo agradecí con un movimiento de cabeza y de pronto ese oscuro vacío. Bebimos en silencio largo rato.

Él no dejaba de golpear la mesa.Tenía una palidez demencial y en sus ojos, abrazados por unas marcas negras de varios días de noctámbulo, estaba dibujada una tristeza incontenible. Mi mano toco su hombro y con aquel contacto se desplomo del todo en un llanto desesperado. De pronto, movido por la necesidad, comenzó a hablar lenta y pausadamente.

-Tengo un amigo… su nombre es John… hace rato que lo conozco, en aquellos tiempos que era famoso, aunque no lo creas, tuvimos varios desmadres y nos volvimos a encontrar cuando su vieja lo dejo. Andaba bien deprimido y que se lo llevaba la chingada, como perro sin dueño, hasta que ella lo perdono después de un chingo de condiciones. Total que un día me invito a la casa que compraron aquí en Nueva York y ella se porto cortés pero de lo mas fría, no le di importancia porque lo atribuí a que los japoneses tienen costumbres raras con los extraños. Mire el reloj para irme, pero John, en un desesperado intento porque me quedará más tiempo me pidió que jugáramos billar. Al salir Yoko de la estancia me susurro a penas de manera atropellada que siempre andaba como pendejo, que no se sentía el mismo, que era como… como si fuera dos personas distintas… una era la que hacía música, la que siempre había sido, la parte sensible y desmadrosa, la que no tenía dudas y era independiente y que de alguna manera misteriosa se andaba atrofiando, la otra era la hogareña que estaba en constante pelea con la primera parte que era de un estilo más rebelde y autónoma. Me miro a la cara y me dijo que en esos lapsos mientras dormía él había grabado todo lo que pensaba, hasta de sus sueños más austeros que el jamás podía recordar… que se encontraban en el estudio. No pudimos seguir hablando porque Yoko entro con una bandeja de alimentos raros y John me dijo que tenía que irse a dormir porque andaba bien cansado. Yo le sonreí tomando muy en serio lo que me había dicho. Una día que se fueron de viaje espiritual por el mundo por disposición de ella y la posición de los planetas y esas madres con que ella le jodía la cabeza, me metí al estudio con una llave que anteriormente le había robado. Me metí, y ahí, entre todas sus cintas y demos estaban las cintas que él me había mencionado. Su voz se escuchaba como adormecida, con un toque extraño, donde relataba que en el té que tomaba por las noches una vez por accidente observo que ella le echaba unos polvos para dormir, a él se le hizo raro, pero no dijo nada y esa noche tiro el té pero fingió dormir. Al poco rato ella lo miraba y le echaba rollos de cómo debía amarla, de cómo comportarse ante la gente, de dejar el rock&roll y de pelearse con sus amigos porque en el mundo nada más debería existir ella y su felicidad conyugal, así como que debía indagar por todo el mundo que eran felices. De pronto escuche en la grabación que el se había dado cuenta de que saco de un estuche con terciopelo negro una aguja larga y gruesa de oro y le picaba las dos venas. De pronto ella comenzaba a mezclar la sangre con diferentes yerbas previamente tratadas y las bebía y a su vez se hacía lo mismo dando de beber a John de la suya y de la propia. Esto a John le produjo una sensación de decaimiento generalizado, pero por más que quiso dejarla, algo se lo impedía, incluso cuenta que mientras anduvo separado de ella, sus motivos para volver con ella iban más allá de una necesidad primordial como cualquiera de nosotros, sino más bien en un sentido inexplicable y sobre natural que el no podía controlar.. Al volver, lo busqué, estaba muy aturdido por las revelaciones y se lo conté todo. Ni siquiera tuve el cuidado de ver si ella nos estaba escuchando. John me miro, bajo la cabeza y no supo que decir. Luego se rió de repente y me dijo sin el más mínimo asomo de preocupación, más bien una resignación absoluta, “estoy jodido”. De repente fue todo tan claro. John estaba perdido. Me levante presa de una sensación de pánico tan grande. Cuando me aproxime a la puerta ella me acompaño a salir. Me miro a la cara, y me dedico una de esas sonrisas de medio lado tan enigmáticas como espeluznantes “…Buena suerte” y me dio esto... – saco de su bolsillo una bola negra y comenzó a girarla con los dedos mientras no apartaba la vista de su rotación, pude ver de pronto un brillo resignado que me dejo frío…- Este el precio de mi torpeza. Ahora siempre me la vivo en este estado deprimido, borracho, irreal, presa del miedo… ya no tanto por mi amigo… sino por mi mismo…

No pude seguir escuchándolo. Salí rápidamente del bar. Llevaba rato con esa idea. Me acomode las gafas y saque de casa mi disco Double Fantasy… lo espere, no fue mucho, lo vi llegar al edificio Dakota. Me acerque a él para pedirle un autógrafo. El me miró de repente, como ausente, le susurre al oído que lo sabía, que todo estaría bien. Entonces John tomo mi disco y escribió en él algo que no entendí. De repente Yoko salio de la nada, con sus ojos rasgados y su sonrisa demencial de medio lado, John estaba pálido y no articulaba palabra, le pedí que se alejara, pero ella se iba acercando poco a poco, saque el arma y la amenace con que retrocediera y nos dejara solos, le rogué que se fuera, ella me miro con esa tranquilidad desquiciada y yo le apunte, John no dejaba de mirarme, parecía de acuerdo… y entonces… dispare…

(cuento modificado de el original publicado en la mosca en la paderr)

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