domingo, 8 de noviembre de 2015

Te conocí en un día del menos menos planeado.  Deambulaba entre la sosa cáustica de mi amargura y el latido más potente, desdeñado.  Y me sentía infeliz.  Pensaba en mis cosas, en mi destino incierto desde aquel rompimiento.  En mi incapacidad de reponerme o rescatarme a mi misma. Pensaba que nada podría ser peor.  Y entonces... te deslizaste como una madeja de lana, con tu calidez, con la palabra justa y la distancia adecuada.  No me buscabas a mi, no buscabas a nadie como yo, porque tu ya estabas en otro sueño.  Pero mientras avanzábamos en nuestras charlas, me devolvías la confianza. En nuestros cuentos noctámbulos, tú en tu lejana Morelia, yo en mi lejano NR, alimentabamos algo innombrable: no era amor, no amistad, solo empatía...  ¿Qué pasaba por mi cabeza mientras pensaba en ti y me sacabas de mi rutina ordinaria? Ya te quería.  Pero no sabía querer, así que no estaba segura.  Querer para mí era algo doloso y pagano.  Y te quise aún en contra de mi naturaleza desconfiada.  Tenía tan poco, tenía heridas abiertas, pero al saberte de otra no me sitúe en ningún dilema.  Te confieso que pense a tener pensamientos discretos, te imaginaba.  Más o menos alto que yo.  No pensaba en eso, en lo ultimo al menos no.  era en lo que menos me dispersaba.  Tantas noches desde esa noche.  Y luego desapareciste.  Dos semanas sin ti. Alta traición.  Pero después recordé que tu estabas alla y yo aca.

No hay comentarios: