martes, 9 de enero de 2018

Hace días que no poseo la habilidad de decantar mis sentimientos en palabras.  Escribir, ahora, me parece repulsivo.
Anoche abrace mi almohada recordando a Alejandro.  Extraño esos días.  Esas noches a su lado.  Cuando me conocía tan bien, cuando dormir con él, me daba una sensación de inmensidad.
Volver atrás ni para dar impulso.  Solo que recuerdo mucho esos días, donde no me faltaba nada: ni música, ni letras, ni películas, un hogar, ni amor.
Cuando no me sentía sola, cuando tener pareja no era sinónimo de estar solo.
Me regreso al infinito de mis tiempos, añoro con dulzura mis años felices.  De risas, de besos, de sexo, de entrega.  De ansiedad y de presente.
Parece ser que los tiempos han cambiado tanto. 
Ya tengo 33 años y me siento mucho mayor.  Trabajo duramente para en los días de saciedad, cerrarme al amor, cerrarme al deseo.  Ser un tímpano asexual, de emociones por días cálidos, de ambición por días gélidos.

Retozar en tu ser mismo
ser espalda con espalda, un organismo unicelular
testigo de entrepiernas y libelulas
hojarascas.

No hay comentarios: