martes, 4 de junio de 2013

El asesinato

El señor de la risa siniestra miraba a su alrededor en espera, acechando sarcásticamente. Ella se sentó frente a él. Tenía días mirándolo. Él se sorprendió al principio, pero le agrado la osadía de la chica. Ella se inclinó hacia él y lo tomo del brazo. Susurro a su oído una conspiración, algo hizo que le temblaran las piernas. Volteo a mirarla y ella sonreía cándidamente. Tenía algo: mezcla de horror y espanto en esa cabeza tan linda. Ella sonreía. El la tomo del brazo, la sintió pequeña, frágil. Un molde inesperado. Ella se dejó tocar y su vello se erizaba. Él temía ahora, pero era un hombre grande y rudo. Un hombre así no puede hacer más. Ella se acercó y lo abrazo. El no hizo nada, se quedó suspendido en su olor, en la presencia avasalladora y en su perfume frutal. Cerró los ojos. Se sintió en casa. En ese breve instante se supo perdido… y estallo… en mil pedacitos…

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